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Presentacion Cartel Semana Santa 2005

Hace poco tiempo se presentó el Cartel de esta Semana Santa. El acto comenzó con estas palabras: Buenas tardes a todos: cofrades, simpatizantes de nuestra Semana Santa, amigos aquí presentes y vecinos en general que tendréis la oportunidad de verme o escucharme en los medios de comunicación.

Antes de iniciar la presentación del cartel, quisiera hacer llegar a todos los que hacen posible nuestra Semana Santa mi más sincero reconocimiento de gratitud y de admiración, porque son ellos realmente los protagonistas: cofrades, penitentes, mantillas, soldados romanos, costaleros y tanta gente anónima que pone su trabajo para hacer realidad la puesta en escena de esta catequesis plástica que es nuestra procesión.
Como es norma, porque así está establecido, corresponde cada año la presentación del cartel a la cofradía en él representado. Este año, como es evidente, le ha correspondido a mi cofradía, el Cristo de la Sábana y los Pasos Vivientes, a la que me enorgullezco en pertenecer, por ello he usado lo de “mi” cofradía, puesto que la llevo tan dentro que ha formado y forma parte de mi persona y la de mi familia desde el inicio de mi vida.
También a ellos quiero hacer llegar mi gratitud por haberme confiado tan alto honor a la vez que la gran de responsabilidad de dar contenido a este acto de la presentación del cartel 2.005 con mis palabras. Gracias a todos.

Hechas y dichas estas palabras de agradecimiento y reconocimiento, pasaré a presentaros el cartel de este año, porque esto en definitiva, es lo que justifica mi presencia aquí.
No obstante, me vais a perdonar si lo hago de una forma diferente. Para mí sería relativamente fácil hacer una descripción pormenorizada de los elementos plásticos que componen el cartel y el significado de cada uno de ellos. Pero prefiero que lo hagáis cada uno de vosotros, según vuestro criterio y libremente.
Sin embargo yo os invito a algo mucho más profundo. Os invito a que entréis dentro del cartel y dejéis que vuestros sentimientos, vuestros recuerdos os hagan sentir y que de cada uno de vosotros emane lo que lleva dentro.
En definitiva esto es lo que yo os voy a exponer, que no es ni más ni menos que todo aquello que dentro de mí ha provocado la contemplación detenida y por qué no, complacida de este trozo de nuestra maravillosa procesión.

Son las cinco de la tarde. Son mis recuerdos de niña. El silencio, como era norma en aquellos tiempos, es casi total. De pronto queda interrumpido por un profundo redoble de tambores que te llega al estomago y pasa al corazón haciendo que de nuestros ojos se derramaran dos lágrimas emocionadas. ¡Son los soldados romanos!, ¡ya han salido!¡qué ya vienen! Gritamos la chiquillería llenos de emoción, intuíamos que algo grande comenzaba, que con este acto del desprendimiento se iniciaba algo que trascendía mucho más de nuestros infantiles conocimientos. La Santísima Trinidad, en un ordenado desorden se convertía en el escenario de inicio de la salida de la Cohorte Romana que haría el paseillo oficial recordándonos a todos que el entierro de Cristo estaba próximo. ¡Cuántos Viernes Santos he vivido esta emoción! Estos momentos mágicos me traen a la memoria un grupo de jóvenes que han escenificado con auténtica convicción su papel y levados al mando del llamado “cabo”, cuyo recuerdo de muchos de ellos permanece en nuestra memoria, han dado vida a estos personajes bíblicos, con su seriedad y el respeto que imponen en su desfile procesional. Es un sonido que queda gravado en mis oídos el golpe seco de sus picas cuando con aíre marcial desfilan y hacen golpear sobre el suelo de nuestras calles. Sería interminable para mí enumerar esta auténtica legión de jóvenes que han sido y son sujetos activos y vivientes de nuestra Semana Santa, por ello desde aquí, desde esta tribuna que hoy me habéis ofrecido, quiero deciros a todos vosotros, a los que fuisteis y sois, gracias, gracias y que no dejéis jamás que esta tradición ancestral de nuestro pueblo se pierda, que siempre vayáis sembrando la semilla de la ilusión en generaciones venideras para que puedan sentir las emociones y vivencias que yo acabo de describir.

Dentro de mí, como si de una imagen imborrable se tratara, están vivos los recuerdos de ropas, de peines, alfileres, orquillas, mantos de preparativos. Y en medio de todo esto a un grupo de muchachas que con alegría juvenil, a la vez que con la seriedad que supone la responsabilidad ante el paso que iban a representar se preparaban ilusionadas para poner en escena, en nuestro desfile procesional a la Verónica, a las tres Marías y a la Santísima Virgen transida de dolor por la muerte de su hijo que lo observa yacente delante de sus ojos.
Esta vivencia inolvidable, la he hecho tan mía, que cada año me hago participe activa de este acto dando sentido así a una tradición familiar y recibiendo la mejor de las herencias que jamás se me haya podido ofrecer, con el firme convencimiento que trataré de honrar con este cometido para seguir haciéndolo y buscaré por todos los medios de sembrar esta semilla en los míos y cuantos sientan esto como yo lo vivo.
Decir que toda paduleña que se precie tiene dos inscripciones obligatorias en su vida, no me parece en absoluto decir una exageración, muy al contrario, creo decir una gran verdad. Estas dos inscripciones serían la de nacimiento, obligatoria en el Registro Civil y la inscripción a que Encarnita Muñoz en la lista para poder ser un Viernes Santo una de estas figuras femeninas que forman parte de nuestro desfile procesional como Pasos Vivientes tan exclusivos y característicos de nuestra Semana Grande.
Observar a la Verónica con su recogimiento, con su mirada baja, sin ostentación, fija en ese rostro de Cristo que porta en sus manos, acompañada por esa tradición hecha infancia en los angelitos, invita a reflexionar, al respeto, jamás a la sonrisa y ni a la burla.
Esas manos portando los cálices que iluminan sus caras, alejadas de lo que pasa a su alrededor, metidas en el papel que les ha tocado vivir en este Viernes Santo. Son las tres Marías que acompañan en su dolor a la Madre de Cristo, que portando una corona de espinas y con su mirada fija en esa imagen que lleva delante de ella, del Hijo de Dios yacente, muerto, inerte, portado por cuatro jóvenes ataviados a la antigua usanza, los llamados Nicodemus, produce en mí un escalofrío y una gran admiración.
La estampa parece sacada de un cuadro de nuestros más insignes pintores que por obra y gracia de la fe de unas personas que creen en lo que están haciendo se pone en movimiento para dar contenido estético y religioso a nuestra procesión.

Aún recuerdo, el recelo, el temor, ¿por qué no decirlo? El miedo que me daba en mis infantiles años, el mirar a la imagen que da sentido y preside nuestro paso. Se trata de un Cristo Yacente de autor desconocido, pero de una belleza extraordinaria, que a pesar de ser una imagen que intenta reflejar a Cristo muerto, su observación detenida trasmite una gran fuerza y vida, ya que te proyecta el dolor que debió de sentir, el horrendo calvario por el que hubo de pasar. Esto produce en el que lo mira atentamente un remordimiento, como un revulsivo interior que te duele y te hace pensar en tu vida y en tu quehacer diario y por no menos plantearte ser más auténtico contigo mismo y con los demás.
Esa fina sábana que lo cubre, ejecutada por manos primorosas, le dan a esta imagen como un velo de misterio, de algo que trasciende al más allá y es frecuente que en su desfile procesional no deje a nadie impasible ante su observación porque es una imagen que llega al alma, que no solo se queda en los ojos sino que se interioriza y te hace pensar.

No quisiera que la presentación del cartel quedara solo en las impresiones personales que en mí ha supuesto el paso y cada uno de sus componentes, mi cartel personal trasciende aún más allá y formando parte de él están las personas, esas que me trasmitieron a mí y muchas otras de mi generación el sentir y el vivir en Semana Santa, éstas también forman parte de ese cartel humano que yo os quiero trasmitir, porque sin ellas yo hoy no os podría haber transmitido mis vivencias personales.
Perdonad que empiece por mi propia madre. Fue ella la que me inculcó de ese caudal que te inunda y que llegando estas fechas se pone en movimiento como si de una savia renovada se tratara y te hace vivir con intensidad estos acontecimientos. Desde muy pequeña fui testigo de su afán en preparar a las vírgenes, verónicas y marías de muchas generaciones para que lucieran con su máxima belleza en nuestra procesión y ha sido es y quiera Dios que lo sea por muchos años tanto su afán y entrega por este menester, que jamás podré olvidar en recientes fechas, estando mi padre muy enfermo, al que hoy dedico este trabajo, con lágrimas en los ojos y transida de dolor, dejó en su cama a su marido junto a otros familiares y ella se vino a cumplir con esa devoción a pesar de su intenso dolor. Esto fue para mí fue un mensaje de fe y de ilusión que jamás olvidaré y pasará a formar parte de esa herencia que anteriormente dije y que trataré de hacer honor a ello.
Quiero recordar también en este cartel a Julia la de Manolico Bellido, ella también ha sido siempre un baluarte de este paso, dando testimonio de su bien hacer y de sus conocimientos y entrega a este paso. Aún, a pesar de su ya avanzada edad, sigue al pie de sus convicciones colaborando en todo lo que puede, ya que su ofrecimiento es total.
Quiero también recordar a tantas y tantas personas que con amor custodiaron a nuestro Cristo en sus casas y que se encargaron de su ornamentación y puesta en escena y de esos Viernes Santos en los que en la calle Angosta a las tres de la tarde en punto todo el vecindario ante nuestro Cristo se pone a orar. ( Amalia, Rosa, Ana, Magda, Manolita, Gracia, Pilar….etc)

Para finalizar, no quisiera que esta presentación acabara sin haceros llegar a todos un mensaje para que preparemos nuestros espíritus para lo que ya es inminente, la llegada de la Semana Mayor, que la vivamos con talante religioso y con fe, cada uno a lo suyo, en lo que crea, pero todos unidos ante la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.
Cuando te proponen celebrar este acto te sientes reacia, nerviosa, incapaz, pero cuando hablas de algo que has vivido tan cerca se te olvida que hay que despedirse y lo hago, ahora sí, pero no sin antes deciros que este año también veáis en nuestro cartel, a las personas que sufren a causa de la enfermedad, el dolor, a los marginados, a los ancianos, a los minusválidos. A todos ellos os invito a que los veáis y que vuestro corazón esté siempre abierto para ayudarlos, a veces, una sola palabra de consuelo y de apoyo vale más que toda ayuda material. Pensando en ellos, los tengo cada día en mis manos y en mi corazón, es por los que me he atrevido a hacer esta presentación.
Muchas gracias a todos.

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